Foto: Rogelio Cuéllar
Volé miles de kilómetros para encontrarme con ella, removí cielo y tierra para conseguir su teléfono, le llamé insistentemente cuatro o cinco días y cuando por fin la tuve delante me dijo que no iba a darme la entrevista. Primero se mostró fría, como si la cosa no fuera conmigo; cuando nos sentamos a conversar, su puso como un tigre. ¿El motivo? Una fotografía de Borges en los mingitorios del Antiguo Colegio de San Ildefonso que yo había publicado tres años antes, en junio de 1996, cuando se cumplía una década de la muerte del gran escritor argentino.
Con la carta en la que le solicitaba la entrevista, le había mandado aquel número ilustrado con las fotos que le hizo Rogelio Cuéllar a Borges en 1973, la primera vez que estuvo en México. Aunque María Kodama nunca me contestó, viajé a Buenos Aires donde tenía concertados encuentros, entre otros, con Ricardo Piglia, César Aira y María Esther Vázquez. Finalmente, gracias a la intermediación de un alto funcionario del mundo del libro argentino, la viuda de Borges me concedió veinte minutos no sin antes manifestarme explícitamente su enojo. Si cuando publiqué mi “Crónica del centenario” (Viceversa, agosto de 1999) dejé fuera la transcripción literal de los argumentos que me dio para reprobar la publicación de la imagen, once años más tarde la recupero para ponerla junto al testimonio de Rogelio Cuéllar sobre las circunstancias en las que hizo la foto. Ésta, por cierto, la he escaneado del número donde apareció originalmente, por lo que mantengo mi promesa de no publicarla de nuevo.
Los hechos, según los conté en agosto de 1999
“Usted”, me dijo, “¿ha sido el responsable de esa revista desde hace tiempo?” Yo le dije que sí, que yo había sido el director de Viceversa desde el principio. “Entonces, ¿fue usted quien permitió publicar esa foto en la que Borges aparece en el toilette...?”.
De pronto tuve en la mente la extraordinaria foto de cuerpo entero de Borges que publicamos a dos páginas, tomada casi de perfil, con el bastón descansando entre el brazo derecho y el costado, el zapato visible perfectamente boleado, mientras orina en un mingitorio.
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